martes, 12 de octubre de 2010

Matrimonio Igualitario

Se que el tema ya esta "pasado de moda" y que se abropo la ley; pero hace poco me hice el blog y no quería dejar de reflexionar sobre este tema tan controvercial como polémico. Durante las semanas en las que se empezó a tratar el tema en el Senado, se vió de todo. La discriminación en el podio. El colmo: manifestaciones en contra de los derechos de otros. La Marcha del No. La iglesia indignada. La oposición oponiéndose. El repudio y la estupidez. ¿Cuál es el punto de reclamar en contra de una causa que sólo afecta a quienes la defienden? A los heterosexuales no nos cambia nada la aprobación de la ley. Nadie nos va obligar a casarse con personas del mismo sexo, ni sus matrimonios van a caer en desgracia. ¿Cuál es la gran tragedia para los que se consideran “normales”, si nada cambia en sus vidas? ¿De qué tienen miedo? En estos temas, siento, lo mejor es ser honesto. Mi mama me contó que cuando era chica, el divorcio era tema prohibido. Si tus padres no estaban juntos, eras poco menos que discriminado: el bicho extraño del grado. Ahora, que las parejas no se sienten obligadas a sostener un matrimonio sin amor por “la fuerza de la tradición” o “el que dirán” los demás, no es raro que muchos chicos tengan dos casas, dos familias, y sus padres otra oportunidad de ser felices y enamorarse. Pero en aquel momento, la resistencia que despertaba la ley parecía presagiar que se avecinaba el fin de la sociedad. Y nada de eso sucedió. Los niños no se suicidaron en maza, ni surgió una generación de asesinos seriales. En lugar de eso, muchos chicos y chicas aprendieron a disfrutar de sus dos hogares, sus dos regalos de cumpleaños, a compartir con medios hermanos y nuevas tías y primos, y muchos tuvieron la suerte de volver a ver felices a su papá y su mamá. Ojalá comprendiéramos tan rápido como ellos que los cambios no son sinónimo de Apocalipsis. No tenemos que olvidar que el rol del estado es garantizar la igualdad ante la ley. Si hablamos de derechos y obligaciones, y a muchos ciudadanos y ciudadanas se les niegan derechos, sólo por tener una elección sexual distinta, entonces que tengan también menos obligaciones. Por ejemplo, tener que pagar impuestos ¿O no?. Hay personas que todavía hablan de que es “antinatural” el amor entre personas del mismo sexo. Como si el celibato fuera lo más “natural” del mundo. ¡Qué peligrosas que son las palabras “normal” o “natural”! ¿Serán cosas “normales” o “naturales” la desnutrición infantil, los accidentes de tránsito, los herbicidas de la soja transgénica, la donación de órganos, la transfusión de sangre, el uso del preservativo? ¿Es que alguien piensa que esta ley va a convertir a sus beneficiarias y beneficiarios en seres abominables, con problemas de gigantismo, caída de cabello, perdida de masa encefálica, senilidad precoz? Pienso, entonces: ¿Qué es lo que se debate? ¿El problema es la palabra matrimonio (que, como la palabra Dios, distintas religiones y distintas personas entienden de forma diferente)? ¿Causan temor los derechos que la ley puede garantizar a una inmensa minoría? ¿O que dos personas –sin importar su género– se amen y decidan construir un futuro juntas? Eso nadie va a poder evitarlo. A mí me gusta pensar positivamente. Confío en que las instituciones no van a ser un obstáculo para la felicidad de tantos niños y adultos. En que nuestras leyes no estén inspiradas por el miedo sino por el amor.

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